¿Quién no ha sentido envidia alguna vez? Les puedo asegurar que ese sentimiento es uno de los más desagradables que podemos experimentar, te carcome desde el interior y nada de lo que hagamos nos hace sentir mejor. El objetivo es destruir a la persona poseedora de las cualidades que quisiéramos para nosotros, claro esta que hay de envidias a envidias, no es lo mismo envidiar y destruir al objeto fuente de la envidia, que envidiar y obtener eso que deseamos del objeto por nuestros propios medios, pienso que la decisión está en nosotros: o utilizamos la envidia como motor de crecimiento o lo usamos como motivo de autodestrucción.
Al respecto les comparto un breve texto que leí en la página “psicoanálisis libre” que me pareció muy interesante:
Sobre la envidia como el sentimiento más destructivo.
La psicoanalista Melanie Klein descubrió en su trabajo clínico que los sentimientos de envidia son los más hostiles y destructivos dentro del psiquismo. Para Klein la envidia tiene toda la intención de destruir al objeto y a todas sus bondades pues el self no puede tolerar que él no sea el poseedor y creador de dichas virtudes y que, además, tenga la capacidad de compartirlo con otro.
La envidia proviene del odio y se vuelve una rabia incontrolable que habita desde lo inconsciente y echa sus retoños hasta la consciencia. El self, en palabras más kleinianas, no puede soportar que sea el pecho el poseedor de la leche nutricia; el self atacará al pecho para destruirlo y anular el sentimiento envidioso. Pero Klein aclara que el costo es elevado pues al final es el self el que se desgasta ante el uso de mecanismos muy primarios para destruir al objeto y se empobrece pues es incapaz de recibir absolutamente nada del objeto. Su deseo es anular la envidia, aunque el precio sea quedarse sin las bondades del objeto, sin su capacidad nutricia.
La envidia proviene de la pulsión de muerte teorizada por Freud y tiene la cualidad de empobrecer la mente hasta vaciarla de objetos buenos. Se trata de un mundo interno desolado, empobrecido, habitado únicamente por la rabia, el odio y la hostilidad. Todo lo bueno que ahí puede entrar es fulminado instantáneamente.
El tratamiento analítico con personas en extremo envidiosas se vuelve muy complejo; todo lo que el psicoanalista interprete será arruinado pues representará una bondad que se es incapaz de recibir.